Fundada en 1889 y ubicada en el cráter de un antiguo volcán, Mayacamas ha marcado el rumbo de los grandes vinos de montaña en Napa Valley. Su nombre resonó en todo el mundo tras el “Judgement of Paris” de 1976, pero su verdadera relevancia se mide en décadas de coherencia y vinos que envejecen con una elegancia sin artificio. Aquí, la historia no pesa: inspira.
El estilo Mayacamas —austero, preciso, profundo— desafía la idea de lo que debe ser un vino de Napa. Nada de fruta sobremadura ni madera nueva por doquier. Aquí se fermenta en depósitos de hormigón, se cría en foudres centenarios y se embotella tras años de reposo. El resultado son vinos con tensión, longevidad y una elegancia serena que solo se revela con el paso del tiempo.
La altitud, los suelos volcánicos y una viticultura orgánica cuidadosamente aplicada permiten obtener uvas con una energía natural inconfundible. Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Merlot y Sauvignon Blanc encuentran aquí su expresión más sobria y vibrante. Son vinos que exigen paciencia y ofrecen recompensas inesperadas.
Desde la marcha de Bob Travers —figura clave en la historia moderna de la bodega—, el relevo lo han tomado Braiden Albrecht y Andy Erickson. El nuevo equipo ha sabido honrar el legado sin convertirlo en museo. Han afinado detalles, replantado parcelas y devuelto protagonismo al viñedo. Sin alterar la esencia.
Fermentaciones en hormigón, crianza en foudres centenarios, ausencia de maquillaje. Los vinos de Mayacamas no se rinden al estilo dominante. Con una viticultura orgánica y un enfoque austero en bodega, cada Cabernet Sauvignon o Chardonnay expresa la verticalidad del Monte Veeder. Desde que Braiden Albrecht y Andy Erickson asumieron el testigo, la bodega ha ganado en precisión sin perder su alma. Porque aquí, lo esencial sigue estando en el vino.
En una región marcada en algunos casos por la búsqueda de lo inmediato, Mayacamas es resistencia. Un canto a la integridad, a la espera, a una forma de entender el vino como un espejo del paisaje y del tiempo. Aquí, la montaña no solo da forma al viñedo, también imprime carácter a cada botella. Y el tiempo no solo es una marca, sino una forma de definición.
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