En la costa más salvaje de California, donde el Pacífico marca el ritmo, Ceritas se ha ganado en silencio un lugar entre los nombres más respetados para Chardonnay y Pinot Noir de terroir. Es una bodega pequeña, familiar, liderada por John y Phoebe Raytek, con un seguimiento fiel de coleccionistas que buscan lo mismo en cada añada: precisión, salinidad y una elegancia nada obvia para el Nuevo Mundo.
El nombre no es casual: ceritas (en español) alude a la “expresión mineral del suelo”, y esa es exactamente su misión. Ceritas trabaja vinos de viñedo único como si fueran ostras de bahías distintas: el lugar lo cambia todo, y el vino debe contarlo. Por eso sus Chardonnay y Pinot Noir no buscan impacto inmediato, sino equilibrio y un carácter que se entiende mejor en la mesa, copa tras copa.
Aunque nacieron hace cerca de dos décadas, su reputación ha crecido sin ruido, a base de coherencia. De hecho, muchos amantes de un estilo más europeo encuentran en Ceritas un puente natural: vinos con fruta perfumada y contenida, notas salinas, un punto sabroso y una energía fresca que recuerda —por intención y por sensación— a Borgoña.
Ceritas se centra en expresiones de parcela a partir de Chardonnay y Pinot Noir, seleccionando viñedos de clima frío a lo largo de la Sonoma Coast y el extremo occidental de Russian River Valley, además de algunos enclaves en Santa Cruz. Sitios como Porter-Bass, Ritchie, Escarpa, Helgren o Deermeadow se eligen no solo por calidad, sino por singularidad: cada uno ofrece un registro distinto de textura, tensión y perfil aromático.
En viña, su enfoque es sostenible y muy “de observación”: menos recetas y más atención al detalle. Todos sus sitios se trabajan con prácticas orgánicas o biodinámicas, y varios están en proceso de conversión a biodinámica. La idea es simple y exigente: dar a las cepas la mejor oportunidad de expresar cada ciclo, para que la uva conserve los sabores y aromas inequívocos de su tiempo y su sitio.
El punto de partida de Ceritas es el frescor. Trabajan mayoritariamente viñedos situados a pocos kilómetros del océano (a menudo entre 3 y 6 millas tierra adentro), donde el viento y la niebla alargan la maduración y preservan la acidez. John da mucha importancia a la edad de la viña: busca cepas de más de 30 años, con raíces profundas que permitan una viticultura más resiliente e incluso, en algunos casos, con capacidad de secano.
También hay una elección deliberada de material vegetal: priorizan clones “pre-Dijon” y selecciones históricas. En Chardonnay, trabajan con el clon Wente (y distintas selecciones), mientras que en Pinot Noir se apoyan en Calera, Swan, Mt Eden y Pommard, clones más lentos en maduración, con mejor retención de acidez y patrones de madurez diversos que aportan complejidad al ensamblaje o a la lectura de parcela.
En bodega, la consigna es la humildad: entender qué no hacer. La vinificación se apoya en una sensibilidad más tradicional que tecnológica, con la intención de no tapar lo que viene del viñedo. Ese minimalismo se nota especialmente en la crianza: trabajan con pocos toneleros, maderas de grano fino, tostados muy ligeros y nada de “char”. En Chardonnay no utilizan madera nueva, buscando pureza y transparencia; en Pinot Noir, la proporción de roble nuevo suele rondar el 25% de media, lo justo para aportar estructura sin dominar la fruta.
No sorprende que críticos como Antonio Galloni hayan destacado el enfoque de Ceritas en viñedos de clima frío y su personalidad marcada. Son vinos que combinan tensión y detalle, capaces de emocionar por su definición y, al mismo tiempo, por su facilidad para acompañar comida: largos, salinos, delicados y profundamente expresivos.
Ceritas es, en definitiva, California en registro fino: una interpretación de Pinot Noir y Chardonnay que mira al océano, escucha el suelo y construye vinos con una mineralidad que no es un adorno, sino el centro del relato.