Turley Wine Cellars nació en St. Helena (Napa Valley) en 1993 de la mano de Larry Turley. Tras sus inicios en Stag’s Leap Winery y su paso por proyectos clave en Napa, Larry encontró su verdadera obsesión en otro lugar: los viejos viñedos de Zinfandel repartidos por California. Viñas de rendimientos bajos, profundas raíces y una capacidad única para dar vinos con intensidad, textura y carácter propio.
Zinfandel es, para muchos, la uva más californiana por estilo y por historia. Fue plantada en el territorio en el siglo XVIII por los misioneros franciscanos españoles para la elaboración del vino de misa, y durante décadas arrastró una reputación irregular, asociada más a potencia que a fineza. Parte del mérito de su “renacimiento” moderno se explica por el trabajo de productores como Turley, que demostraron que, en manos serias, la Zinfandel puede ofrecer identidad de viñedo, equilibrio y potencial de guarda.
En los últimos veinte años, Turley ha ido adquiriendo, recuperando y cuidando viñedos históricos a lo largo del estado, construyendo un mapa impresionante de parcelas. Hoy la bodega elabora decenas de vinos procedentes de múltiples sitios, con una idea profundamente contraria al cliché del Nuevo Mundo: aquí el viñedo manda, y la variedad es el vehículo para expresar esas diferencias.
La esencia de Turley es el trabajo con viñas viejas, muchas de ellas entre 75 y 135 años. A esas edades, el equilibrio natural de la planta tiende a estabilizarse y los rendimientos son bajos de forma inherente, lo que se traduce en uvas más concentradas y en una relación acidez-sabor especialmente interesante. No es raro que algunos viñedos produzcan cantidades ínfimas: es parte del precio (y del valor) de conservar estas reliquias vivas.
Esa visión se ve de forma muy clara en su vino “Old Vines”, un ensamblaje que reúne parcelas antiguas de diferentes zonas —Napa, Sonoma, Mendocino, Lodi, Contra Costa, Amador o Paso Robles—, a menudo viñedos pequeños o recién incorporados a la familia Turley, mientras se adaptan a sus estándares de viticultura.
Turley fue pionera en la conversión a viticultura orgánica en California (Larry empezó este camino en los años 80). El objetivo es directo: viñas más sanas, maduraciones fisiológicas más tempranas y una vendimia que pueda equilibrar sabor con acidez, evitando sobremadurez simple. A ello se suma un principio clave en la casa: el secano. No se irriga, incluso en viñas que sería “tentador” rescatar con agua. En su lugar, se trabaja el suelo con compost y prácticas que favorecen vida microbiana y resiliencia, empujando a la planta a explorar humedad natural en profundidad.
Con viñas tan viejas y en un entorno trabajado con mínima intervención, el viñedo encuentra su propio balance. La bodega ha defendido además prácticas de canopy más moderadas (menos deshojado) para proteger frescura y permitir vendimias con buena madurez de piel, pero con niveles de azúcar más contenidos.
En elaboración, Turley privilegia métodos tradicionales orientados a complejidad y longevidad: fermentaciones con levaduras autóctonas, maceraciones largas y una filosofía de “no tocar” más de lo necesario. No clarifican ni filtran, buscando conservar textura y profundidad. Trabajan con prensados y fermentaciones pausadas para desarrollar estructura, y la crianza se apoya mayoritariamente en roble francés, que tiende a integrar mejor y a permitir una evolución más lenta y armoniosa.
El resultado son Zinfandels con una identidad muy reconocible: vinos intensos, de fruta generosa, sí, pero sostenidos por acidez y tanino fino cuando el viñedo está bien trabajado. Por eso conviven dos caras dentro de la gama: etiquetas pensadas para disfrutarse jóvenes (como Juvenile u Old Vines) y selecciones de viñedo único que ganan claramente con algunos años en botella y muestran un perfil más complejo y “serio”.
Parte de la magia de Turley es que cada viñedo cuenta su propia historia. Dusi (Paso Robles), plantado en 1945 y trabajado en secano, suele dar vinos redondos y muy accesibles; Kirschenmann (Lodi), con cepas sin injertar de 1915 en arenas ricas en sílice, puede ser más floral y especiado; Duarte (Contra Costa), en suelos arenosos, destaca por taninos especialmente sedosos; o Mead Ranch (Atlas Peak), con suelos volcánicos y influencia de nieblas, ofrece fruta azul oscura, acidez y estructura.
Turley es, en definitiva, una bodega que ha cambiado la conversación sobre Zinfandel: de uva “denostada” a gran vino de viñedo. Un proyecto que protege patrimonio vitícola, trabaja con rigor en el campo y demuestra que California también puede hablar de tradición, lugar y evolución en botella.