Pierre Girardin

Pierre-Vincent Girardin

Pierre-Vincent Girardin representa la 13ª generación elaborando vinos en Borgoña. Creció aprendiendo en la bodega de su padre, Vincent Girardin, desde una edad temprana, con una familiaridad casi instintiva con el viñedo y la crianza. Cuando su padre vendió su domaine en 2011, se aseguró de conservar 4,5 hectáreas de sus parcelas más emblemáticas para poder transmitírselas a su hijo. En 2017, Pierre-Vincent elaboró su primera añada con solo 21 años y se proclamó de inmediato como uno de los nuevos talentos más serios de la región.

Su ambición es clara: expresar el carácter de cada lugar sin maquillaje. No es casual que críticos como Steen Öhmann (Winehog) lo hayan comparado —por ambición y enfoque— con productores capaces de revelar la personalidad de cada terroir con nitidez. Y es que, incluso en sus primeras añadas, lo raro no fue solo el nivel de calidad, sino lo “definitiva” que resultaba su voz: vinos con precisión, energía y una idea muy coherente de Borgoña.

Aprovechando los contactos de su padre, Pierre-Vincent ha ampliado su base de viñedo mediante contratos a largo plazo con viticultores de alto nivel que trabajan con la misma exigencia. El resultado es un porfolio de terroirs poco habitual bajo un mismo productor: desde Puligny-Montrachet Les Folatières y Volnay Clos des Chênes, hasta Pommard Epenots, Corton-Charlemagne o incluso Montrachet. Una gama que combina tradición familiar y una búsqueda constante de parcelas que aporten identidad.

La historia de Pierre-Vincent Girardin

La historia de Pierre no empieza con una marca, sino con una herencia vitícola de generaciones. La venta del domaine de su padre no supuso un punto final, sino un relevo cuidadosamente preparado: conservar viñas clave, reinterpretar un legado y construir un proyecto que mira a los grandes nombres de Borgoña contemporánea, pero desde una sensibilidad propia. Pierre siempre lo explica de forma sencilla: todo lo aprendió ayudando a su padre desde que podía caminar. De sus recuerdos de infancia guarda especial cariño por aquellos momentos persiguiendo el tractor entre viñas y observando, desde detrás de una barrica, cómo trabajaba su padre en la bodega. Simplemente, Borgoña le corre por la sangre.

Con el tiempo, su proyecto se ha reforzado también en lo práctico: una visión moderna del trabajo por parcelas, una atención obsesiva al momento de vendimia y una bodega pensada para preservar la pureza del mosto y evitar la oxidación. Todo con una máxima: que la intervención humana no oculte lo que el viñedo quiere decir.

La elaboración

En blancos, Pierre-Vincent busca pureza, filo y precisión. Por eso apostó por barricas personalizadas de 456 litros (más grandes que la borgoñona clásica) encargadas a François Frères, reduciendo la influencia de la madera nueva y el intercambio excesivo con el oxígeno. Esta decisión refuerza la frescura aromática, limita la huella del roble y permite crianzas largas sobre lías con un perfil más nítido. Su estilo es directo: higiene, control del entorno y mínima manipulación para conservar tensión.

En tintos, su obsesión es la elegancia y la delicadeza. Trabaja con prensados largos y suaves, poca o nula pigeage y una extracción contenida, poniendo en valor la textura y la finura por encima de la potencia. Los vinos se embotellan sin clarificar ni filtrar, con el objetivo de preservar integridad, energía y la firma de cada parcela. El resultado son Pinot Noirs de corte sedoso, perfumados y precisos, que resaltan el relieve calcáreo de los grandes terruños que trabaja.

El Jura: cuando la precisión borgoñona se encuentra con el paisaje jurásico

La incursión de Pierre Girardin en el Jura no nace de una moda, sino de una circunstancia y un descubrimiento. Tras el año difícil de 2021, marcado por heladas que redujeron drásticamente la cosecha en Borgoña, Pierre abrió su mirada hacia el sur del Revermont. En torno a Rotalier, Grusse y Vincelles encontró algo más que una alternativa: suelos de marga azul, éboulis calcáreos, viñas en pendiente rodeadas de bosque y un mosaico agrícola donde la viticultura se adapta al entorno y no al revés.

Desde 2022 ha estructurado este proyecto en varios lieux-dits, con Chardonnay y Savagnin, aplicando el mismo enfoque de precisión: vinificaciones separadas por parcela, fermentaciones espontáneas, crianza meticulosa en fûts de 456 litros y un afinado final en acero inoxidable para pulir sin apagar la expresión. En el viñedo, el planteamiento es aún más “jurásico”: cubiertas vegetales vivas, palissage más alto para favorecer sombra y frescura, y una búsqueda deliberada de equilibrio hídrico y biodiversidad funcional. El resultado son blancos secos (sin velo y sin oxidación deliberada) de tensión natural, salinidad marcada y una mineralidad estructural, con una huella reductiva fina que recuerda a piedra quebrada y cítrico, y que amplía el universo Girardin más allá de la Côte d’Or.

En conjunto, Pierre-Vincent Girardin reúne algo poco común: herencia familiar, acceso a terroirs extraordinarios y una filosofía moderna de mínima intervención. Un productor joven, sí, pero con una idea muy clara de lo que quiere decir en cada botella.